Historieta-cuento
Siglos atrás, corría un mes de abril helador, hacia el inicio de la Santa Cruz que nos revela la Semana Santa de los creyentes.
Conquezuela y sus fértiles campos estaban cubiertos de nieve que los sorianos acogían con normalidad en esa época del año. Las humeantes chimeneas de las casas, delataban que las familias vivían en perfecta armonía junto al fuego del hogar. Era el tiempo aquel en el cual todos los abuelos contaban pequeñas historias para entretener a sus nietos, y una de ellas era ésta:
Un campesino padre de ocho hijos, que trabajaba mucho y obtenía buenas cosechas por su labor, fue acusado injustamente por un súbdito (al que llamaron “Judas”) acosador al servicio del rey, de no pagar los impuestos correspondientes.
El rey mandó a sus vasallos que le ahorcaran como de costumbre. Eso quería decir colgado de un olmo, untando su cuerpo con limón para atraer a las alimañas, y rodeado de ocho limones, uno por cada hijo que tenía, como aviso para amedrentar a su familia.
Así se hizo en un atardecer de mayo, ante la mirada de propios y extraños. Se le untó con limón, se leyó la sentencia y se ejecutó la orden. El ahorcado dio un grito de dolor y miedo y enmudeció al instante. Notó deslizarse la soga alrededor de su cuello, pero no le ahogó del todo, aunque se hizo el muerto debidamente. La gente aplaudió y fue desfilando entre comentarios a favor y en contra, como ocurre siempre
El ahorcado sabía que estaba vivo, como si alguien le hubiera sujetado los pies en la caída justo al límite en que la cuerda aprieta la nuez de la garganta.
Ya anocheciendo miró hacia las cumbres nevadas que tenía delante, y vio un resplandor al cual no dio importancia, pensando que eran los últimos rayos de sol destellando en las nieves de los riscos. Y se durmió.
A la mañana siguiente seguía allí sin novedad, no podía creerlo. Los animales no le molestaron en ningún momento y sentía una paz interior que nunca había experimentado.
Su cuerpo no pesaba, su respiración era suave casi imperceptible y no tenía hambre.
Los pastores y los campesinos que transitaban por allí, podían comprobar que el ahorcado permanecía inmóvil, muerto al parecer, pero sin ningún rasguño y con los ocho limones que le rodeaban, en el mismo orden.
El hecho fue tan comentado que llegó a oídos del rey, quien envió a un emisario de la guardia real para su reconocimiento, el cual se extrañó al observar la piel todavía tersa y morena del hombre.
Giró hacia su espalda y vio una luz cegadora que le impidió regresar, y así un guardia tras otro, perdían el rumbo; hasta el octavo atardecer en que alarmado, intervino el rey, para terminar con este asunto inaudito que estaba en boca de toda la corte; y un haz luminoso le cegó también a él y a sus súbditos.
Entonces descendió desde los riscos tal mujer, pura y hermosa como la nieve, luciendo en sus manos una cruz dorada, de brillo deslumbrante y perturbador. Ordenó a los hombres del rey cortar la rama del olmo y liberar al campesino. Convirtió los 8 limones en 8 naranjas y mandó llevárselas a cada uno de los ocho hijos del reo. Así lo hicieron los soldados.
El rey, tras arrepentirse de sus malos actos fue perdonado, mandó colgar al “Judas” por calumniar indebidamente, y decretó retornar una parte de los impuestos, a las gentes de Conquezuela y contorno, la cuales aceptaron de buen grado el gesto real, y lo ofrecieron para construir en aquel lugar una ermita dedicada a la Virgen de la Santa Cruz.
Por eso cuando se celebra la fiesta en honor a la Virgen, se corta la rama de un olmo y en ella se cuelgan ocho limones, ocho naranjas y ocho roscas azucaradas, éstas últimas simbolizan la forma dulce de una horca, enroscada al cuello, ocho días.
Después esta rama adornada se sortea y la limosna que ofrecen por ella los fieles, sirve para la conservación de la ermita.
(Antes esta fiesta se celebraba en el mes de Mayo, mes de María)
El Judas colgado en la plaza
Ramo con los 8 roscos, 8 limones y 8 naranjas
Francisco Solé Llop 2011